Sin lugar a dudas este año ha sido muy especial, permitiendo replantearnos la forma de vivir, de trabajar, de estudiar, de relacionarnos con nosotros mismos y los demás, de comprender la realidad que vivimos. A nivel educativo son constantes las reflexiones en cuanto a la priorización curricular y flexibilidad evaluativa, los docentes han tenido que apelar a la creatividad y han desarrollo nuevas formas de motivar y relacionarse con los estudiantes, manteniendo el vínculo pedagógico y atendiendo muchas veces aspectos emocionales de sus alumnos, los que se han tornado tan relevantes en estos tiempos. Hemos sido obligados a estar en una especie de “hibernación” lo que ha generado una crisis, a parte de la sanitaria, relacionada fuertemente con la salud mental. La pandemia y las estrategias para contener el virus, como el distanciamiento social, suponen una amenaza significativa para la salud mental individual y colectiva.
Este año ha sido de aprendizajes relevantes y eso amerita una reflexión y crítica a la forma en la que hemos planteado la educación hasta ahora, es fundamental que los organismos ministeriales favorezcan y prioricen la educación y alfabetización emocional desde la primera infancia, reforzando la idea de que a relacionarnos con las emociones se aprende, igual que como se aprende a leer y escribir. Esta es fundamental, para proyectar una sociedad mejor y más humanizada, el desarrollar habilidades de socialización y de hacer comunidad en los establecimientos educacionales, esto es lo que demanda la educación del futuro.
Así como nos hemos visto obligados a reorganizar nuestras necesidades y prioridades, es como debemos reorganizar lo que estamos enseñando en las aulas. Permitiéndole a la educación retomar la relevancia que tiene en cuanto a las sociedades que queremos construir y los ciudadanos que estamos formando. Un artículo publicado en noviembre de este año en WGSN una compañía de pronóstico de tendencias y líder global en la prospección de conductas señala a que Cultivar el yo ecológico, la parte de la identidad humana que se desarrolla a través de la interacción con la naturaleza, tiene efectos positivos en el bienestar psicológico, emocional y físico. Puesto que los comportamientos ecológicos están cada vez más conectados con la salud y el bienestar, el papel de la naturaleza y la sostenibilidad en la vida de la población será cada vez más importante.
La educación debe estar basada en la evidencia científica más que en la relevancia que se le da a las pruebas estandarizadas y a la producción de conocimiento netamente cognitivo, se debe comprender al ser humano desde los inicios de su escolarización de manera holística acercándolo a través de la experiencia netamente humana hacia su propio desarrollo espiritual, emocional, social y natural. Finalmente, volvemos a la reflexión que dice “¿de qué sirve que un niño(a) ponga un país en el mapa, si no sabe dónde poner y qué hacer con su emoción?”.
Camila De la Fuente Recabal
Psicóloga Educacional
Colegio Concepción